La semana pasada, mientras tú leías esta carta, yo estaba en Bruselas invitada a participar en una mesa redonda con el título The podcast counter-narrative: towards a healthy european public sphere. Junto con tres periodistas (y yo la única que no lo era) y partiendo de la importancia que los podcasts tuvieron en la pasada campaña electoral en Estados Unidos, hablamos de si este medio, los podcasts, pueden ayudar a luchar contra la desinformación; si la oleada de programas ultraconservadores, ultra machistas y reaccionarios podría frenarse en Europa. Mis compañeras de mesa eran de origen griego, belga e italiano y a ellas y toda la audiencia les sorprendió muchísimo que nuestros políticos, los de cualquier partido, acudan de manera más o menos habitual a ser entrevistados o charlar en podcasts que, en la mayoría de los casos, no son de política. (Pedro Sánchez en La Pija y la Quinqui, Almeida y Ayuso en A solas con… Vicky Martín Berrocal, Yolanda Díaz en Saldremos Mejores, Oriol Junqueras con Jordi Wild, etc). Les pareció a todos muy extraño y algo que, por ahora, en sus entornos no ocurre. Hablamos también de la responsabilidad del oyente respecto al contenido que consume. A este debate se sumó, por parte del público, Terrell Jermaine Starr, un periodista estadounidense que lleva años trabajando en Europa y que comentó, con acierto, que una razón que casi nunca se trata para el crecimiento de la desinformación es el papel de los medios de comunicación tradicionales. “Soy de Detroit y allí, hasta los primeros años 2000, con un 85% de población negra las redacciones de los periódicos eran 100% blancas. ¿Cómo te vas a sentir representado así? Cuando surgió internet la gente buscó lugares que le representaran porque los medios tradicionales no eran para ellos”. Otra de las periodistas, Camille Loiseau, opinaba que todos somos responsables de lo que consumimos porque ahí fuera hay información de calidad, solo hay que buscarla. Mi opinión coincide con la de Terrell en que la desafección por los medios tradicionales fue propiciada por ellos mismos al no darse cuenta de que el mundo estaba cambiando y coincido con Camille en que tenemos responsabilidad sobre lo que consumimos, pero también es verdad que las plataformas y sus algoritmos raramente premian la información de calidad. Es más fácil pinchar lo que te aparece que lanzarte a buscar.
Hablamos de muchos otros temas y el público fue muy participativo, pero me quedó al final una sensación agridulce porque no se me ocurre la manera de frenar la desinformación y el tsunami de contenidos reaccionarios en el que creo que vamos a estar sepultados en los próximos tres o cuatro años.
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