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El gas ruso dejó de fluir a través de Ucrania en la noche del 31 de diciembre, cuando usted se preparaba para tomar las uvas y pocas horas antes de que expirara el contrato que lo amparaba. Desde entonces, Europa camina sin una muleta que motu propio no se había atrevido a retirar: pese a haber sancionado todos los fósiles rusos posibles (carbón, y petróleo y sus derivados) aún no ha dado el paso con el combustible rey en la industria y las calefacciones. Casi un mes después del corte, la conclusión es muy similar a la que se sacó en lo más crudo de la crisis energética: el obstáculo se está superando con más facilidad de la que muchos temían esperar.
Había varios temores encima de la mesa. Como en el estallido de precios de 2022 y 2023, la visión más pesimista —alarmista, se podría decir— anticipaba problemas severos para los países más dependientes de ese gas: Eslovaquia, Hungría y Moldavia. Los dos primeros, sin embargo, han salido bastante airosos. Con más gas ruso a través Turquía —la ultimísima vía de acceso desde el gigante euroasiático— y, sobre todo, con más gas natural licuado (GNL, el gran comodín europeo para superar la mayor crisis energética de su historia) regasificado en Alemania, Francia, España o Bélgica. La Eslovaquia de Robert Fico y la Hungría de Viktor Orbán —aliadas del Kremlin y nada dadas, en fin, a arrimar el hombro con el resto de los vecinos europeos— sacadas del entuerto por… la solidaridad del resto de socios. Y sin cumplir, por ahora, las gruesas amenazas vertidas por Ucrania si osaba cerrar el grifo.
Solo Moldavia, que aún no forma parte de la UE, está teniendo problemas. Paradójicamente, en su región más prorrusa y secesionista: Transnistria. Los fieles a Vladímir Putin como grandes paganos del corte. En estado de emergencia y viéndose incluso obligados a quemar leña y a racionar, en pleno invierno, las horas de calefacción, agua caliente e incluso electricidad. Una patata caliente para Moscú, garante y benefactor, y no para Bruselas, mucho más interesada en los que suceda en Chisináu —que sigue negociando su adhesión al club comunitario— que en una franja oriental que lleva décadas dándole quebraderos de cabeza.
La otra derivada es la del precio. Tras la subida inmediatamente posterior al corte, que se daba por segura, el principal indicador del mercado gasista europeo —el TTF neerlandés— cotiza ligeramente por encima del nivel inmediatamente anterior al cese. Hoy, el mercado mira más a los termómetros —cuando hace frío el consumo se dispara— y a las reservas de emergencia —que tanto en otoño como en invierno están bajando más rápido de lo previsto— que a un tubo con más pasado que presente. ¿El futuro? Solo tres personas lo conocen: Putin, Volodímir Zelenski y el siempre imprevisible Donald Trump.
Ucrania al margen, el mandatario estadounidense sigue marcando la agenda informativa en todos los frentes. A continuación, algunos temas que han copado la escena internacional. Spoiler: en todos ellos está, de una u otra manera, involucrado el magnate.
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