Ayer el mundo dio un pequeño paso para ser un lugar más seguro. Los países miembros de la Organización Mundial de la Salud (OMS) aprobaron por unanimidad un tratado de pandemias, después de tres años de negociación, que tiene como objetivo “prevenir, prepararse y responder mejor” ante futuras pandemias, evitando los errores cometidos durante la covid-19 y con la premisa de que el planeta “está a salvo cuando todos estamos a salvo”. No es un plan perfecto y es mucho menos ambicioso de lo que se preveía el primer borrador. Pero en un momento histórico en el que el multilateralismo está cuestionado y en el que se pone en duda el papel de la OMS, especialmente tras la salida de Estados Unidos y Argentina, que el resto de países se hayan puesto de acuerdo para afrontar emergencias sanitarias de forma conjunta es una buena noticia.
“Es un éxito diplomático, político y de la salud global”, me dijo este miércoles por teléfono, minutos después de la aprobación, la ministra de Salud de España, Mónica García. Y es un sentimiento compartido no solo por los políticos, sino también por los científicos y sanitarios. Michelle Childs, directora de Promoción Política de la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi, por sus siglas en inglés) puso en valor que “por primera vez en un tratado internacional”, se pide a los países que pongan condiciones al dinero público invertido en investigación, como garantizar precios asequibles, compartir tecnología y facilitar licencias.
Comienzo la newsletter hablando de un “pequeño paso”, porque los siguientes son tan importantes como la aprobación del tratado: los países deberán ratificar el acuerdo y negociar un anexo en el que se detallará el funcionamiento de uno de los mecanismos más novedosos del pacto, un sistema multilateral de acceso a patógenos y reparto de beneficios (PABS, por sus siglas en inglés). La herramienta servirá para reforzar la equidad, ya que prevé que los países que detecten virus con potencial pandémico compartan las muestras y su secuencia genética, y a cambio reciban al menos un 10% de los productos resultantes en forma de donación, y otro 10% a precios asequibles.
Por eso, ayer me entristeció ver cómo las redes sociales se llenaban de teorías de la conspiración contra la “plandemia”, alertando de que la OMS socava con este tratado la soberanía de los países. Es falso: los Estados seguirán teniendo la última palabra sobre las medidas que adopten. Pero, aun así, los alentadores de los supuestos planes orquestados por supuestas élites para dominar el mundo seguirán estos días tergiversando el contenido del tratado. Aquí pueden leer las claves de lo que supondrá realmente para la salud global.
Además del tratado de pandemias, esta semana hemos seguido poniendo el foco en Gaza. Nuestra compañera Beatriz Lecumberri entrevistó a Yasser Abu Jamei, director del Programa comunitario de salud mental de Gaza, que le detalló como “el impacto psicológico de la tragedia continuará no solo durante años, sino durante generaciones”. “Padres consumidos por la culpa, pensamientos suicidas, niños que dejan de hablar, adolescentes con incontinencia... ¿Quién presta atención a los males del alma cuando la principal preocupación de los habitantes de Gaza es sobrevivir?”, comienza Beatriz este desgarrador texto que recuerda que “un millón de niños en Gaza, es decir, prácticamente todos, necesitan apoyo psicológico”.
Y mientras tanto, la vida tiene que seguir en la Franja. Nuestro colaborador Mohamed Soleimane escribió desde Jan Yunis, justo antes de tener que huir a Al Mawasi —el ejército israelí ordenó el lunes la evacuación de Jan Yunis—, un reportaje sobre los nuevos oficios para sobrevivir en un territorio completamente asediado, como reparar billetes hechos trizas o fabricar combustible con plástico.
Aprovecho para recomendarles otros de los grandes temas de esta semana, como este reportaje de Marc Español, sobre cómo la crisis climática está erosionando los cimientos de la ciudad egipcia de Alejandría, o este de Glòria Pallarès, que analiza las negociaciones entre Estados Unidos y Congo, que se resumen en una frase: paz a cambio de minerales.
No quiero despedirme de esta carta sin invitarles a estas jornadas que el próximo martes, 27 de mayo, organiza la Fundación ProFuturo, El poder transformador de la e-ducación en África, y con las que colabora Planeta Futuro, a las que pueden asistir de forma presencial si viven en Madrid o en streaming.
Muchas gracias por leernos. ¡Hasta la semana que viene!
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