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Buenos días a todo el mundo. Muchas empresas se promocionan como compañías limpias y ecológicas a las personas que se preocupan por el medioambiente. Pero las cadenas de suministro mundiales se han vuelto tan complejas que es difícil saber si un producto es realmente respetuoso con el planeta o si acarrea un terrible costo humano. Mi colega Peter Goodman lleva un cuarto de siglo investigando a las empresas. Recientemente fue a Nigeria, desde donde reportó sobre las fábricas que reciclan las baterías que se utilizan en millones de automóviles estadounidenses y europeos. Volvió con dolores de cabeza severos y niveles altos de plomo en la sangre, un pequeño indicio de lo que enfrentan todos los días quienes viven cerca de estas fábricas. A continuación, puedes leer su informe. También:
Una ciudad cubierta en plomo
El polvo de plomo está en todas partes en Ogijo, una ciudad al norte de Lagos. Está en el piso de las cocinas, los huertos, las iglesias y los patios de las escuelas. Los habitantes absorben partículas de plomo en su torrente sanguíneo cada vez que respiran. El metal entra en sus cerebros y causa estragos en sus sistemas nerviosos. Los niños pequeños lo ingieren cuando gatean y se llevan las manos a la boca, lo que en algunos casos provoca daños cerebrales irreversibles. Esta catástrofe de salud pública es el resultado de las fábricas que se encuentran en la ciudad y reciclan baterías de automóviles, de las que se extrae el plomo que contienen para construir nuevos productos. Estas fábricas se han establecido en Nigeria debido a un hecho ya conocido, aunque desagradable, de la economía mundial: a medida que normas más estrictas han limitado la contaminación por plomo en las naciones más prósperas, los fabricantes se han trasladado al extranjero. Y se han hecho cada vez más dependientes de comunidades tan desesperadas por encontrar empleo que sus dirigentes han aceptado de manera fáctica el envenenamiento por plomo como un costo de subsistencia. Puedes hacer clic aquí para leer los detalles de nuestra investigación, realizada en colaboración con The Examination, un medio sin fines de lucro que investiga la salud mundial. Mandamos a hacer análisis de sangre a 70 residentes de Ogijo, que detectaron niveles nocivos de plomo en 7 de cada 10 personas. Y rastreamos el plomo reciclado en Nigeria hasta un importante fabricante de baterías de Estados Unidos, cuyos productos están bajo el capó de millones de coches.
Lo que sucede en Nigeria es una situación sorprendente y conocida a la vez. Sorprendente por la magnitud de los daños; conocida porque se generan dinámicas similares en miles de otros productos. A medida que las cadenas de suministro se expanden a través de los océanos, los vínculos se han vuelto tan complejos que los minoristas a veces no están seguros del origen de sus piezas y materias primas. Incluso las empresas con las mejores intenciones tienen dificultades para saber qué compran, a quién y con qué consecuencias sociales y medioambientales. La misma historia, diferentes industrias Durante el último cuarto de siglo, he escrito diversas versiones de esta historia. Mientras investigaba la tala ilegal en Asia, descubrí que un importante minorista internacional ignoraba —o al menos podía negar de manera plausible— que utilizaba troncos talados ilegalmente en el Lejano Oriente de Rusia. Descubrí que una reconocida marca de moda estadounidense desconocía —o prefería no hablar de eso— las brutales tácticas utilizadas para sofocar un movimiento obrero en una fábrica de sus productos en Guatemala. Y descubrí un enorme minorista estadounidense que contrataba a una empresa multinacional de auditoría para que examinara las fábricas de todo el mundo, incluidas las de Vietnam, Turquía y México, en busca de trabajo infantil, pero que apenas le prestaba atención al siguiente eslabón de la cadena: los proveedores de sus proveedores. El reciclaje de baterías es una industria especialmente tóxica que hay que explorar. Los fabricantes de baterías norteamericanos y europeos han sido pioneros en implementar elaborados sistemas de reciclaje y se han proyectado como paladines medioambientales. La industria automovilística cita su reutilización del plomo como uno de los ejemplos principales de la economía circular. Sin embargo, al utilizar plomo importado, los fabricantes dependen de intermediarios que les garanticen que el metal se ha producido de manera segura. Estos intermediarios realizan inspecciones en las que señalan los problemas y recomiendan la instalación de equipos que limiten la contaminación, pero dejan que las fábricas decidan si los implementan. En esencia, la industria ha diseñado un sistema en el que, cuando surgen problemas, todos pueden culpar plausiblemente a los demás. Nuestra investigación reveló que parte del plomo reciclado en Nigeria lo compraba East Penn Manufacturing, el segundo mayor fabricante de baterías para automóviles de Estados Unidos. Cuando confrontamos a la empresa, el presidente ejecutivo nos dijo que, hasta nuestra investigación, había confiado en las garantías de sus operadores de que todo marchaba bien. “¿Es posible que haya sido demasiado confiado?”, dijo. “Me lo reprocho”.
Los incentivos para hacer las cosas baratas También pasamos tiempo con una empresa nigeriana llamada Green Recycling que asumió los costos adicionales de hacerlo bien: pidió prestados millones de dólares para instalar equipos que limitan la contaminación por plomo. Pero Green no podía competir con otras empresas. No podía cobrar lo suficiente para cubrir los costos del préstamo. No podía pagar lo suficiente por las baterías gastadas y estaba constantemente superada por las ofertas. Y ahora Green quebró. Y quizá esta sea la parte más inquietante de estas cadenas de suministro: como la mayoría de sus componentes son invisibles para los consumidores —e incluso para otras empresas implicadas en la producción—, el incentivo para hacer las cosas bien suele quedar superado por una fuerza más poderosa: la recompensa de hacerlas baratas. Aunque sea a costa de una intoxicación permanente por plomo en las comunidades pobres de África Occidental. Lee el reportaje completo aquí [en inglés]. ¿Quieres darnos tu opinión sobre este boletín? Responde a nuestra breve encuesta aquí. OTRAS NOTICIAS DESTACADAS
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