Queridos lectores,
Parece que, de nuevo, suena el cascabel y el propósito del presidente de LaLiga, Javier Tebas, amenaza con seguir hacia delante. Una obsesión: fútbol deslocalizado. Es decir, más y más negocio. No basta con lo que hay. ¿Por qué conformarse? ¿Para qué limitarse, si el mercado es flexible y siempre se puede ganar un poco más? Estados Unidos, un territorio demasiado goloso como para dejarlo escapar; el perfecto colofón para las ansias expansionistas que hoy dominan.
Leemos esta semana (en forma de déjà vu) que el dirigente reitera su deseo de que el Villarreal-Barcelona se dispute en Miami, a falta solo de “un pequeño tema formal”. Quizá no sea un detalle menor y quizá no se juegue allá ese partido, apuntan ahora, pero la mera voluntad y la insistencia cansina por hacer que así sea no hace más que poner de relieve la idea de que el fútbol cada vez es menos fútbol y que el aficionado se ha convertido en simple atrezzo para las gradas.
El mero planteamiento ya duele, pese a que el hincha está curado de espanto. Llegó primero el traslado de la Supercopa de España a Arabia Saudí, un despropósito por los cuatro costados (independientemente de formatos y millones); y asoma ahora otra vez la posibilidad de que el campeonato emigre a las américas para hacer caja. Todo sea por competir con la ostentosa Premier y hacer frente a las inagotables chequeras de los jeques, claro que sí. Pero no, no cuela.
Llámenlo como prefieran, pero no fútbol.
Hoy se cacarean una y otra vez (con esnobismo y llenándosele las bocas) los términos industria y producto, el lenguaje de los nuevos tiempos en el deporte. A todos lados llega lo mercantil, está claro, pero siempre hay un límite, y este no debería ser otro que la gente. Desde hace tiempo, el fútbol ya no se articula en torno a la pelota y amenaza con quebrarse la pata del aficionado, cada vez más harto de ver cómo siguen manoseándolo todo en busca del máximo beneficio.
Cada vez huele menos a césped y más a un tufillo sintético, muy USA precisamente. Cada vez hay más luces y colorines en los estadios, y más parches comerciales por todos lados, mientras se sigue perdiendo lo esencial. Es como pasear por las ciudades del mundo: todo se parece cada día más. Lo dice uno que se ha movido un poco: bendita la singularidad. Y, entretanto, ahí salen al cruce un par de holandeses (siempre serios, gente sin tapujos) y hablan alto y claro.
“No estoy de acuerdo, no me gusta. No es justo para la competición. Entiendo que otros clubes no estén de acuerdo”, dice De Jong. “¿Qué tipo de comedia es esta? ¿Jugar tu liga en otra parte del mundo? Es una locura para tus propios aficionados. Se falsearía todo, sería un fracaso”, añade Van Basten. Siempre en mi equipo, don Frenkie y don Marco.
¿LaLiga en Miami? No, gracias.
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