Feliz viernes, querid@s lector@s
Pensaba este viernes que tiene algo de romántico esto de ver competir a un tipo que está más cerca de soplar las velas de sus 40 primaveras que de seguir alzando trofeos mastodónticos. Le añade un punto de nostalgia verlo sudar ante tipos que nunca fueron tan buenos como él, pero que hoy le hacen sacar la lengua y abrirse de piernas en plena derrapada para alcanzar una bola que antes siempre parecía alcanzable y hoy pone al límite sus ligamentos. Despierta nuestra empatía Novak Djokovic porque todos nos hacemos mayores y miramos atrás con esa media sonrisa que nos despiertan los recuerdos. La diferencia es que él todavía puede vivir del presente. Aunque sea consciente de no ser el mismo.
Le espera esta noche un Carlos Alcaraz en su prime, derrochando sonrisas y dejadas; no es el mismo Alcaraz que perdió contra el serbio en el abierto de Australia, ni el que sucumbió ante el mito en la final olímpica. Pero a Nole, como a los viejos rockeros, nunca hay que darle por perdido. Potencia al saque, maravilloso al resto, sabiduría y mentalidad de sobra. No fallen a la cita, a las 21.00 en Movistar+ y narración en directo en la web de EL PAÍS. Porque este tipo (y estos duelos) es de los que se echan de menos luego.
Mientras hacéis tiempo hasta la noche, os dejo con Toni Nadal y su última columna, titulada El enorme mérito de Djokovic. A sus 38 años ha conseguido alcanzar las semifinales en los cuatro grandes del curso. Esa fiabilidad es lo que más se echa en falta en la generación actual.
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