No es frecuente que en un periódico se hagan relatos en primera persona, pero hay circunstancias en las que hablar de uno mismo es la mejor manera de contar y acercarse al lector. Es el caso de Mohamed Solaimane, periodista de Gaza y colaborador de Planeta Futuro desde hace más de un año. En un momento en que la prensa palestina, nuestros únicos ojos en este desastre, está siendo directamente tomada como blanco por Israel, le pedimos que nos contara cómo vive su día a día y su trabajo, que él mismo define como "un camino hacia la muerte", y cómo afronta su familia los riesgos que él corre.
Su relato estremece. Mohamed logra que sintamos su miedo y el de sus hijos, aterrados ante la idea de perderlo. Y también su compromiso con contar lo que está pasando en Gaza. Miles de personas han leído su testimonio en estos días, lo han comentado y le han dado las gracias por su trabajo. A nosotras nos ha tocado el corazón esta respuesta tan masiva y tan bonita ante sus palabras.
Este lunes, Mohamed también escribió un reportaje sobre la muerte de seis colegas periodistas, cinco de ellos muertos en un ataque israelí contra el hospital Nasser de Jan Yunis, que fue grabado en directo por varias cámaras de televisión. Una de esas cámaras era la de Ibrahim Qannan, de Al Ghad TV, que sobrevivió al ataque y dice en este relato una frase que sigue resonando en mi cabeza: “Todos sentimos la magnitud de la responsabilidad".
Unos 1.000 periodistas siguen contándonos lo que ocurre en Gaza. Para ellos, no hay ningún tipo de frontera o separación entre su vida, su trabajo y la guerra. No son periodistas que cubren un conflicto y regresan a su hotel o a su casa, cenan, se duchan y siguen con su vida. Son, sobre todo, padres angustiados, seres humanos debilitados por el hambre o las enfermedades y además, reporteros. Son testigos y víctimas. Me pregunto si cualquiera de nosotros y nosotras, periodistas, tendríamos la fuerza y la entereza de sentir esa "responsabilidad" de la que habla Ibrahim Qannan o intentaríamos únicamente consagrarnos a la loable tarea de sobrevivir.
Esta semana también hemos publicado un reportaje sobre los palestinos de Jerusalén Este que se ven obligados a demoler sus casas con sus propias manos para evitar pagar las multas que impone Israel si debe enviar las excavadoras a echarla abajo. Las demoliciones de viviendas en la parte oriental de Jerusalén han ido en aumento desde el inicio de los bombardeos sobre Gaza en octubre de 2023. Es uno más de sus efectos colaterales. Hay muchos más, algunos de ellos muy peligrosos para el futuro de las sociedades israelí y palestina, que he tenido la oportunidad de sentir en los días que he pasado en Jerusalén en agosto. Pero ese es otro tema.
Más allá de Gaza, en estos días también hemos contado cómo sobreviven los enfermos del riñón en Sudán, hemos viajado a un albergue para migrantes en México y hemos hablado del turismo de lujo en África. Por último, no dejamos de subrayar los estragos, muchos de ellos inimaginables, que ha provocado el desmantelamiento de la agencia estadounidense de cooperación, la USAID. En este caso, con la paralización de la distribución del RUTF, un compuesto alimenticio casi milagroso para los niños desnutridos, cuya desaparición puede provocar centenares de miles de muertes prevenibles en los próximos años.
Gracias por leernos y hasta la semana que viene,
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